Interesante relación entre Alfonsina y su madre
Que duerma en paz mi amada muerta
y que el genio y las musas
aleteen sobre su tumba.
(Paulina Martignoni, madre de la poeta, en Josefina Delgado, Alfonsina Storni, 1990-14)
Testimonio de su vida y obra
1903

A partir de 1903, la madre de Alfonsina, Paulina, se vio obligada a tomar las riendas de la familia; primero se empleó en una fábrica de cigarrillos y, más adelante, como dependienta en varias tiendas. Finalmente decide realizar labores de costura por encargo, una de las actividades a las que las mujeres de la época solían recurrir para ganarse la vida de forma honrada. María y Alfonsina ayudan a su madre en esta tarea que les proporciona dinero solo para sobrevivir; suelen trabajar más de doce horas y a menudo cosen hasta entrada la madrugada. Cuando en 1905 María se case con un comerciante, Alfonsina deberá esforzarse el doble para ayudar a Paulina a cumplir con todos los encargos. Más adelante Alfonsina describirá esos años de arduo trabajo: «Te enrojeció los ojos la costura, /… / Corva la espalda, firme la paciencia, / El pan escaso en mala pieza oscura» («A una premiada»).
En este entorno de pobreza, Alfonsina escribe su primer poema: «A los doce años escribo mi primer verso. Es de noche; mis familiares ausentes. Hablo en él de cementerios, de mi muerte. Lo doblo cuidadosamente y lo dejo debajo del velador, para que mi madre lo lea antes de acostarse. El resultado es esencialmente doloroso; a la mañana siguiente, tras una contestación mía levantisca, unos coscorrones frenéticos pretenden enseñarme que la vida es dulce. Desde entonces los bolsillos de mis delantales, los corpiños de mis enaguas, están llenos de papeluchos borroneados que se me van muriendo como migas de pan».
FUENTE: BIBLIOTECA VIRTUAL CERVANTES

Paulina Storni

Alfonsina adolescente
Paulina tenía un piano regalado por su marido, en el que ejecutaba buena música. Por 1888, en San Juan y antes de que la pareja regresara a Suiza (donde nacería Alfonsina en 1892), se hacían tertulias en casa de los Storni, donde la joven mujer fue una vez comparada con Adelina Patti, famosa soprano italiana de mediados del siglo XIX.
La depresión y el alcoholismo de Alfonso Storni, que lo llevaron a su muerte en 1906, empujaron a Paulina, primero, a trabajar en una fábrica de cigarrillos y, más adelante, a “coser para afuera”, actividad de la época para mujeres pobres y “decentes”. La ayudaban Alfonsina, de 11 años, y María, de 15.
Puede advertirse en aquella madre la convergencia de dos situaciones claras: una vida necesariamente esforzada y, sin embargo, la persistencia de un espíritu sutil, envuelto en las nieblas del arte, el que indudablemente ejerció influencia en su hija. Es muy posible que “la vida es dulce”, frase que acompañó los maternales coscorrones que se relatan, fuera atribuible a su férrea voluntad de no dejarse caer, a su natural resiliencia y a la existencia de hijos que alimentar, amén de un esposo enfermo. Todo ello, presiento, posible merced a su espíritu artístico, desarrollado en la música, la pintura, el canto lírico y el teatro.
En su poema PUDIERA SER (penúltimo de Irremediablemente, 1919), la gran poeta dice:
Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo vedado y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer.
Dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer…
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna… Ah, bien pudiera ser…
A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero, se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo eso mordiente, vencido, mutilado,
todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo.
La poeta advierte los mandatos de la familia materna (todas las obligaciones medidas) y el oculto deseo de Paulina por liberarse, aunque sabemos que la época encadenaba a las mujeres. Por eso, Alfonsina siente que las ansias maternas se libertaron con ella. De inmediato, viene a mí la imagen del poema LA LOBA (La inquietud del rosal, 1916):
Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
y me fui a la montaña
fatigada del llano.
Sin duda, para ella superar las cadenas significó romper con la homogeneidad social y moral de la época. Y entiendo que el paralelismo que establece entre el deseo de su madre (que se frustró) y el propio (que triunfó con bastante dolor) es muy importante, aunque la poeta mantuvo a Paulina en una inexplicable oscuridad (Delgado, 1990-13).
Hay también una nueva comparación entre Paulina y ella: le pregunta por ciertos detalles presentes al tiempo de su propia gestación, que habrían florecido en la hija, tornándola fantástica, viajera y ligeramente loca, feliz de mirar “los grandes pájaros que pasan sin destino”:
Hela aquí:
PALABRAS A MI MADRE (Ocre, 1925)
No las grandes verdades yo te pregunto, que
no las contestarías; solamente investigo
si, cuando me gestaste, fue la luna testigo,
por los oscuros patios en flor, paseándose.
Y si , cuando en tu seno de fervores latinos,
yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro
te adormeció las noches, y miraste en el oro
del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos.
Porque mi alma es toda fantástica, viajera
y la envuelve una nube de locura ligera
cuando la luna nueva sube al cielo azulino.
Y gusta, si el mar abre sus fuertes pebeteros,
arrullada en un claro cantar de marineros
mirar las grandes aves que pasan sin destino.
Porque así es, ¿verdad, amigos? Todos estamos en este planeta “sin destino” (al menos sin conocerlo), necesitados de inventarnos uno cada día…
Asimismo, Alfonsina dedicó a Paulina el siguiente soneto, donde habla, más que sobre su madre, sobre sí misma:
A UNA PREMIADA (Poesía no publicada en libro, 1919, en Alfonsina Storni. Poesía, con prólogo de Delfina Muschietti, Losada, 2021)
Te enrojeció los ojos la costura,
tuviste a San Antonio en penitencia,
corva la espalda, firme la paciencia,
el pan escaso en mala pieza oscura.
A pesar de tu mucha desventura
dijiste un chismecillo con sapiencia,
aunque luego lavaras la conciencia
en Aguas de Jordán que te dio el cura.
Con cien pesos, discursos, la medalla,
sobre la tierra, tu virtud se halla
premiada, al fin, por gentes y dinero.
Se vuelva tu virtud pozo sin fondo…
Mas denme dioses tribunal más hondo,
que virtud tan barata no la quiero.
Reconoce la paciencia de su madre para dedicarse a poner el pan cotidiano sobre la mesa, pese a la posición de su espalda, que muy probablemente dolería tras muchas horas de estar cosiendo. Y pese al brutal esfuerzo de sus ojos. Es decir que la valora. Véase, además, el primer terceto, donde coloca a Paulina en un sitio de reconocimiento, pues en algún momento la mujer ganó un premio en dinero, la consabida medalla y la posibilidad de decir unas palabras al recibirlos: sin embargo, no es eso lo que interesa a Alfonsina, definitivamente. Si hasta el título del poema me suena un tanto peyorativo, como si los premios no lo fueran todo. Sensación que comparto…
Por eso, el segundo terceto:
Se vuelva tu virtud pozo sin fondo…
Mas denme dioses tribunal más hondo,
que virtud tan barata no la quiero.
Parece desear que su madre siga coleccionando premios que de algún modo compensen tanto sacrificio de vida y tantos deseos llorados por una liberación que no pudo permitirse. Sintiendo, además, que aquel río de deseos maternos pudo liberarse por fin en la hija, Alfonsina pretende algo superior, algo costoso. El adjetivo barata que usa me golpea, lo cual me impide encontrar un antónimo agradable…Creo, de todos modos, que logró aquello superior que pretendía, más allá de su reconocimiento como poeta (¡excepcional!): por su maternidad soltera, de la que estaba orgullosa, y por su prédica en favor de la mujer, que fue importante y rupturista en su época. Éxito que debemos agradecer las mujeres argentinas que nacimos después.
Mi impresión, por fin, es la de que el fruto no cae lejos del árbol y, aunque la poeta no haya “mostrado” mucho a su madre, supo siempre que entre ellas hubo una vinculación absolutamente significativa. Hoy, pensando en la relación con mi propia madre, quien partió de este mundo hace 47 años, encuentro también lazos muy fuertes (más allá de la pura maternidad), que me abrieron maravillosos caminos en las letras y el arte. Estoy convencida de que, si Alfonsina estuviera ahora a mi lado, ambas agradeceríamos al unísono la suerte de haber tenido a semejantes mujeres en nuestra historia.

Violeta Herrero, junto a su madre
y sus hermanas menores en
Salta, Argentina, en 1964
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