Sé que las mascotas son regalos de Dios para nuestro cuidado (nos cuidan y las cuidamos) y para el desarrollo del afecto: esos tiernos seres que confían en nosotros, los humanos, son de veras maravillosos.
Dicen que a algunos nos atraen los perros y, a otros, los gatos. Personas hay que se dan con ambas especies. Yo amo, desde mi infancia, a los felinos. De hecho, mi amada gata Isolda me acompaña desde hace trece años y medio y, según mi hermano, lo que mejor hace es hablar.
Si ustedes se metieran un poco en mi historia literaria, sabrían que tengo dos ediciones de Ojos de gata, obra que le dediqué, incluyendo un par de cuentecitos.
A continuación, se los regalo.

Primera edición, 2013, Mexico DF.
Segunda edición, 2014, Salta, Argentina
Editorial Hanne
Reflexiones de una gata en la ventana

El escritorio goza de tres ventanas estrechas que dan sobre la calle. Mamá se fue a la oficina hace horas y, en una de ellas, está Isolda atenta, como siempre, a la puerta de la vecina de enfrente.
Puerta que de pronto se abre y deja salir a una señora. «Allá va la tía Marga», piensa con cariño moviendo sus finos bigotes blancos, «con su bolsa para hacer las compras diarias, porque vive con la María, su hija amorosa conmigo pero dueña de Fermín, ese caniche mal educado que cuando me vine a vivir aquí me persiguió con malas intenciones, y tiene que cocinarle porque la María trabaja». «Ah», recuerda enseguida, «y Gonzalo a veces viene a visitarla con su novia y también tendrá que darles de comer, pobre mujer… Eso, sin contar que tres veces por semana cuida a tres de los hijos de Martín y la Guada. Flor de mujer la tía Marga», concluye acomodándose mejor en el ventanuco-atalaya.
Isolda sigue con sus ojos verdes a la tía Marga de su mamá y le perdona que tenga miedo de los gatos, porque cuando la pataiperro de su mamá viaja, es la tía Marga la que se cruza, le abre la puerta, le da de comer y pone agua en su bebedero color ocre. Eso sí, la mira y mientras le sirve no deja de decirle «no te acerqués, Isolda, quedate ahí lejitos o no te doy la comida»… Isolda recién se mete en casa, tranquila, después de ver a la tía dar vuelta la esquina, con su bolsa ya bien provista.
De noche, cuando la reflexiva gata blanca puede salir a techear un poco y se encuentra con su amigo Tristán —un gatito algo rudo de la calle—, siempre lo convence de hacer unas correrías por sobre los techos de la tía Marga, porque se ha enterado de que ella no sólo tiene miedo de los gatos sino también de las deliciosas ratitas.
Isolda y la ingeniería

Confieso que me gusta tirarme sobre el escritorio donde mami escribe y escribe y escribe… todos los días. Ella cree que es porque elijo los lugares que tienen determinada energía. La verdad es que es pícara, tiene razón. Cuando percibo que ella está floja, busco el lugar más negativo de su entorno y me tiro ahí para disolver esa oscuridad: me gusta que mami esté cada vez más sana. Yo soy chiquita, apenas tengo dos años y dos meses, pero durante toda mi vida la de mami fue muy complicada, llena de trabajo, estudio y médicos. Ah, también se cambió de casa tres veces y viajó mucho, y yo me quedaba de un lado para otro extrañándola.
Por eso la quiero sanita y feliz, así podemos estar tranquilas las dos. Nos llevamos bien, ¿saben? Ella es generosa con la comida y el agua, compartimos su hermoso somier y no me hace problemas si quiero meterme en cualquier lado. Únicamente me prohíbe caminar sobre su computadora, pero ya ni siquiera me reta cuando mordisqueo sus cables. A veces, también me olvida dentro de un placard: es que me gusta meterme calladita y no se da cuenta. Pero nunca hice mis necesidades adentro sino que esperé a que volviera y me sacara.
Como les decía, ella pasó momentos muy difíciles y dolorosos. No hace demasiado, llorando me decía un día que ya no daba más, que quería curarse de su pierna y quedarse en un solo lugar, sin operarse ni tener que ver a tantos médicos. No sé por qué me contaba que ella solo quiere tener paz para trabajar, leer, bailar y estar con sus nietos y conmigo.
Yo solo conozco al nieto mayor de mami, se llama Thiago y me tiraba de la cola cada vez que me veía. Así que cuando el auto de ellos llegaba a casita, yo corría a esconderme. Su papá y su mamá le decían que no me alzara por la cola. Las últimas veces ya se ha portado mejor conmigo: me acaricia despacito la cabeza, jaja. Volviendo al punto: mami quiere ser feliz. Como yo, como todos, creo. A los otros nietos no los conozco, pero cuando Jesús la habla por teléfono y le dice «hola, abuela», se pone tan contenta que mientras trabaja en el escritorio plumerea, limpia y pinta muebles al mismo tiempo; llama al pintor, al jardinero, al carpintero y al electricista y revoluciona todo. Yo la comprendo, ella es así: con un poquito de amor, su entusiasmo llega al tope. (Debo reconocer que a veces mami es agotadora…)
En diciembre pasado el último traumatólogo que la armó le dijo que ya los trasplantes pegaron, y ella cuenta muerta de risa que dentro de su fémur hay dos personas además de ella… En fin. Lo bueno es que la veo rozagante, contenta, ocupándose de su familia, de su oficina, de todas las cosas que ya le gustaban antes de llegar yo a su vida. Solamente le falta Oliver, el nieto bebé, que vive muy lejos y aún no habla. Seguro que pronto me dejará de nuevo solita unos días, mientras sale arrastrando su valijota, ¡ufa! Pero regresará contenta de haber estado con el californianito. Por suerte no soy celosa…
Si tuviera que hacer un diagnóstico de su situación de salud en general, incluyendo la parte emocional que como pisciana siempre la tiene oscilando, diría que por fin se siente re—cons—trui—da. Después de doce años y medio, puede afirmar que la fragmentación que sufrió en el tortazo que se dio contra aquel puente arribó a su término. Ahora se siente una sola persona y no cabe en sí de alegría. Ama a su Padre del Cielo y a su Madre del Cielo, y cuenta como si tal cosa que nunca la abandonaron y que ella quiere cumplir la misión que trajo a la tierra. A mí también Diosito me mandó a cuidarla; de lo contrario, no estaría aquí hablando en castellano en vez de maullitano. Sé también que hay mucha gente por la que ella mira y se mueve; dice que «hoy por ti, mañana por mí»… Y ha disfrutado mucho escribiendo estos cuentecitos y cuentezotes para ustedes, dándome —cuando yo se lo pedí— la oportunidad de cerrar el librito con mis propias apreciaciones.
¿Qué puedo decirles, salvo que desde que me recibió en sus brazos y la miré con ojos redondísimos y muy celestes (con el tiempo se me tornaron verdes) me llamó «Ojos de Gata» y ahora eligió ese mismo nombre para este conjunto de renglones de su autoría? Que es lindo verla entera, aunque suele decirme que la vida da mil vueltas y siempre habrá obstáculos y moretones aunque por fin haya zafado de esto… Mami es extraña: no se queja del accidente, cuenta que aprendió mucho con él y que se siente mejor persona, aunque ahora sea persona con trasplantes, tornillos y clavos. Un verdadero portento de la ingeniería.
Amo a mami y le agradezco inmortalizarme en su libro. Ojalá viva feliz muchos años. Ojalá yo pueda cuidarla muchos años…
Isolda Herrero
Domingo 24-02-13
Post Data:
La tía Marga partió de este mundo hace casi dos años y la madre de Isolda (es decir, yo) tuvo que visitar a varios médicos y quirófanos después del cierre literario de la gata escritora, del 24 de febrero de 2013.
Por todos sus buenos deseos hacia mi persona, la considero una princesa, no irlandesa como la Isolda de la leyenda Tristan et Iseult, sino como un…
Capullo Tibio
Me otorgó el universo
una gata sin raza
llena de pelos blancos y alguna negra mancha.
Sin siquiera pedirle
perdones ni permiso
la he bautizado Isolda y eso tiene sentido.
Presumida y libérrima
quizás le corresponda
lo que se hallaba inscripto en las mitologías
que nos causan envidia por amores lejanos,
por amores sufridos o tal vez disfrutados.
Ni ella ni yo tendremos
el amor de Tristán:
yo porque hace ya tiempo
encerré el corazón,
ella porque no vive
en las tierras del mito.
Pero llamarse Isolda
mitológica la hace y acaso puro enigma.
Es por eso que en ella
me lleno de sentidos.
El domingo mi princesa felina desapareció de casa y estuve lloriqueando hasta la mañana siguiente. Como justo era el día de San Miguel Arcángel, mi protector habitual y omnipresente, le pedí que me la trajera de una oreja. Y sí, estaba en la puerta del escritorio de mi casa… con ambas orejitas, por suerte. Cuando le abrí, entró como una tromba directo a su alimento. ¡Yo no podía, como ella escribió de mí cuando estoy contenta, dejar de “plumerear”!
Ahora mismo, mientras redacto este posteo, estamos disfrutando de la ópera “Tristán e Isolda”, de Richard Wagner.
Ojalá que, cuando tengan una mascota, puedan mis amigos disfrutarla y cuidarla con infinito amor. De veras, convivir amorosamente con ellas es un milagro que engrandece nuestra humanidad.
Y con este deseo los dejo, esperando reencontrarme con ustedes prontito.
Richard Wagner: Tristán e Isolda (Preludio y muerte de amor)
Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia
Rubén Gimeno, director
Grabación realizada en el Palacio de la Ópera de A Coruña el 9 de enero de 2013.
Realización de Antonio Cid / RDC Producciones
Sonido de Pablo Barreiro / Radio Galega
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