Hola, amigos queridos. Hoy quiero relatarles una pequeña historia, la de una presentación memorable ocurrida el 9 de noviembre de 2024 (el sábado pasado), en Mitre 331 de la Ciudad de Salta. El lugar pertenece a Pro Cultura Salta, institución que promueve la cultura en mi provincia desde 1976. La protagonista de la tarde fue la opera prima de Carlos Saravia Leguizamón, Hualfín y sus historias.

Para contarles mi relación con dicha obra, transcribo a continuación las palabras de contratapa que redacté para el libro del que les hablo:
Contraportada
Conocí al autor de “Hualfín” hace poco más de dos años, por un amigo común. Se presentó diciéndome su edad y que, antes de que el Padre lo llamara, deseaba escribir la historia de Hualfín, en homenaje a las doce generaciones de su familia que estuvieron allí. De hecho, él forma parte de la decimosegunda y éste es su primer libro; buscó mi opinión ya que no era escritor. Empezamos a hablar del tema y me comentó que contaba con muchos e importantes documentos históricos para su propósito. Hualfín, situada en el Departamento de Belén, Catamarca, había sido entregada por una Merced Real de Carlos II, en 1668, a sus ancestros Asencio de Mercado y Reinoso y Josefa Sánchez de Loria. Aclara que esto fue posible porque los españoles, hace poco más de 350 años, habían logrado vencer la resistencia calchaquí (por ello, hablará con respeto del último cacique, Juan Chelemín, y de su trágico fin). Advertí que este deseo de homenaje a su propia familia era un viejo sueño personal largamente postergado.
En la primera reunión charlamos sobre muchas posibilidades y Carlos partió lleno de ideas. ¡Cuál no sería mi sorpresa cuando, semanas después, me remitió sus primeros borradores! Más aún: me llamó la atención su excelente manejo del idioma. Parece que yo tuviera prejuicios con la escritura de los médicos…
Al revisar el índice, los futuros lectores verán que comienza describiendo este rincón del mundo -un “sortilegio”-; luego relata la merced real originante y la creación de la entrañable Capilla de Hualfín. Continúan un capítulo sobre la relación de Juan Lavalle con esas tierras y sus propietarios (me trajo reminiscencias de “Sobre Héroes y Tumbas”); una semblanza de su abuelo Jorge y, luego, de su padre, y un encantador relato de su propia niñez compartida con los hermanos. El texto está mechado de interesantes anécdotas que pintan la importancia que esta singular tierra adquirió (en lo productivo, comercial, cultural, religioso, familiar) hasta el momento en que el autor la vendió (29/06/2016).
La presente crónica (“Hualfín y sus historias”), opera prima de Carlos Saravia Leguizamón, me suscita dos impresiones: el autor contribuirá al conocimiento de la historia del lugar, de modo ameno aunque documentado, y sin duda alguna ha cumplido con su deseo de reconocimiento a la familia, al destacar los titánicos esfuerzos realizados por sus miembros en pro de aquella tierra. Un ejemplo actual para nuestro amado país. Aunque también una visión que contrasta con la nihilizada cultura global de hoy: la religiosa, la que respeta a Dios, a los creyentes y ensalza el valor de la fe. Por esto y por todo lo que los lectores descubrirán, auguro un feliz destino a estas “Historias…”, sabedora de que ayudarán a seguir construyendo conocimientos y valores. (Salta, 18 de julio de 2024).

El autor se ubicó en el centro de la mesa-panel y, a ambos lados, las cuatro mujeres que de un modo u otro lo apoyamos durante los dos años que llevó la concreción de la obra.
Delfina Saa Saravia, primera a la izquierda de la foto, nieta del autor, escribió su prólogo, el cual leyó en el acto; a su lado, me tocó decir algunas palabras que me permitiré reproducir a continuación; luego escuchamos a la Profesora Patricia Cabezas, también al lado del autor, la cual trabajó con él cada día y, por fin, a la Profesora María Eugenia Carante, quien ejerció labores de consejo, corrección y sugerencias editoriales.
Se trata de un bonito objeto-libro, con solapas, y un tipo de papel y fuente de letra que lo torna fácil de leer. El autor obsequió un ejemplar a cada invitado al evento.
María Eugenia Carante (con anteojos en la foto) destacó un tema que me parece muy valioso, desde mi formación decolonial en Derechos Humanos: ubicó la obra en el recién descubierto ámbito de las microhistorias.
El autor cerró el panel con emocionadas palabras, propias de quien siente felicidad por el primer hijo de papel y la certeza de haber cumplido el antiguo sueño de honrar a sus antepasados, constructores de la finca Hualfín, en Catamarca.
Dos reconocidas figuras de la música salteña cantaron después un par de bellísimos temas: Julio César Ulivarri (en la foto, de pie). de quien tengo la dicha de ser amiga y con quien somos coautores de varias canciones; y Jorge González Ferreyra (en la foto, sentado), colega e hijo de un querido amigo ya desaparecido. Los temas seleccionados (o así lo creo porque amo la música) pusieron en el ambiente (el salón estaba lleno de entusiastas personas) la espiritualidad necesaria para un momento que iba más allá de la historia y de la escritura.
Por fin, el autor nos invitó a pasar a la confitería del edificio, donde se degustaron las empanadas que fabrica uno de sus hijos, realmente deliciosas; fueron acompañadas por un excelente vino tinto malbec de Cafayate.







Volví a casa con la impresión de haber compartido una maravillosa energía, proveniente de todos los asistentes: familia del autor, que es numerosa como las estrellas del cielo, amigos, gente del arte y las letras de nuestra amada Salta… Sólo me queda agradecer a Carlos por haberse acercado a mí y haber ofrecido este legado suyo a la cultura. Me encanta ver que hay mucha, muchísima gente, que construye, que ama, que progresa. Que escribe… ¡Necesitamos libros para el hambre de la humanidad! Y por eso, me atrevo a poner aquí las palabras que pronuncié en la ocasión en honor a mi amigo Carlos:
Mis palabras de presentación

«Buenas tardes a todos, y sean muy bienvenidos. Conocí al autor de Historias de Hualfín por contacto que nos hizo el Dr. Eduardo Elías, amigo de él y exesposo mío. Nos reunimos con Carlos una primera larga vez y luego la maravilla de los mails continuó conectándonos en esta, para Carlos, aventura de preparar y alumbrar su primer hijo de papel.
Le aclaré que soy abogada y no profesora de letras, con mi sola experiencia de escritora édita. Con ese bagaje iniciamos las conversaciones. Hablamos de muchas cosas; traeré aquí sólo tres: el hecho de que él contaba con documentos históricos que avalan la propiedad de Hualfín en manos de su familia, durante doce generaciones (él integra la duodécima); una pregunta disparadora de su nieto Baltasar, que lo hizo preguntarse sobre su papel final en esas tierras, y su evidente y arraigado deseo de contar la historia de su familia en este maravilloso sitio de Catamarca, como verdadero homenaje a ella, en especial a sus antepasados más próximos.
Pronto me envió las primeras cuartillas, realmente muy bien escritas. Y siendo una OPERA PRIMA, me pareció importante una mirada profesional, de modo que le sugerí ver a María Eugenia Carante. Sé que ella y Patricia Cabezas lo apoyaron en todo lo demás. El libro se cerró con el hermoso prólogo de su nieta y, luego, la editorial puso el resto.
Hoy, tienen ustedes a disposición el primer hijo de papel de Carlos Saravia Leguizamón.
En el discurso de inauguración de la Biblioteca de Fuente Vaqueros, en setiembre de 1931, GARCÍA LORCA expresó conceptos que quiero recordar aquí porque, mientras seamos la humanidad que somos, me parecen eternos. DIJO:
‘Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz. No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro.
Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social. // Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros? // ¡Libros! ¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. // Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz. Y no olvidéis que lo primero de todo es la luz‘.
Auguro a Historias de Hualfín un futuro promisorio, no sólo porque describe una parte de la historia de nuestra amada república, sino también porque es un nuevo libro para comenzar a cambiar el hambre cultural, para construir vida, que es fundamentalmente cultura.
Gracias, Carlos, por tu esfuerzo y tu generosidad.
Muchas gracias”.

Editorial Mundo Gráfico – Salta, Argentina, 2024 – http://www.mundograficosa.com.ar
Disponible en Librería La Rayuela – Alvarado 570, A4400 Salta, Argentina
Teléfono: +54 387 431-2066
Y los dejo, queridos compañeros de camino, hasta nuestro próximo encuentro.
FOTOGRAFÍA: Valentina Trogliero – María Eugenia Herrero – Félix E. Elías – Valeria Miecieli
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