Mi mejor experiencia, sin duda, es la de saber que tengo Arriba un Padre maravilloso, tanto, que nos permite amarlo y tocarlo en la belleza y la inocencia de un Niño. Porque esto es Navidad, Pesebre…



Tal vez por estar cerca de fin de año, el tiempo de Navidad parece propicio para reflexionar sobre todo lo vivido los doce meses anteriores y preguntarnos sobre lo bien hecho, lo no tanto y lo omitido (¡Guárdeme Dios de los pecados de omisión!)
Por cierto, cada uno de nosotros tendrá su propia historia que contar y evaluar; unas serán alegres, otras tristes y, las más, tendrán de todo un poco… creo.
Mi año 2024 fue así, justo como una caja de bombones surtidos: algunos, que se veían poco deseables, finalmente pude tomarlos y, como quien dice, asumirlos. Y bueno, nadie nos prometió un jardín de rosas, por lo menos, a mí no. Y, no obstante, no cambiaría ninguna de mis experiencias, ni siquiera aquellas que hacen explotar mi conocido mal genio, pues finalmente sé que soy la que soy gracias a ese cúmulo de experiencias que ocurren en mi vida.
La mejor de ellas, sin duda, es la de saber que tengo Arriba un Padre maravilloso, tanto, que nos permite amarlo y tocarlo en la belleza y la inocencia de un Niño. Porque esto es Navidad, Pesebre, ¿me equivoco?
El pasado domingo, 15 de diciembre, destacaba en la Liturgia de la Palabra de la Misa el tema de la alegría; nuestro Padre nos quiere alegres. Yo sólo puedo concebir a mi Dios y a Jesucristo como signos y referentes de alegría, que a veces se presenta como paz interior y hasta risas, y a veces duele muy profundo. Este año viví los dos tipos de alegría; mi corazón a veces se retorció de dolor, aunque no por mí sino por otros, aquellos vulnerados por la historia de nuestra humanidad y/o por sus propias historias, y la necesaria compasión me hizo amarlos desde el fondo del alma, con el deseo de que esas existencias duelan menos y florezcan más… Otras veces, me enteré de pequeños actos gloriosos de héroes desconocidos, que son los que en definitiva me permiten seguir teniendo una esperanza más grande que una montaña y más caudalosa que un torrente… Y es así, precisamente, como arribo a la Navidad 2024.
En estos días, en que seguramente es muy lindo compartir con otros seres humanos, también es muy atractiva la soledad silenciosa… Y si bien algunos arbolitos de Navidad tendrán debajo la dicha de unos regalos y, en muchas mesas habrá una rica comida, en otras casas no. Es allí donde el genuino significado de la Navidad debe rendir sus frutos: el Niño Dios no es un comerciante, no nos pide ser consumistas ni es, su tiempo de nacer, nuestro tiempo para ir a gastar. Dios Niño sólo trae el mensaje del Padre: que Dios está con nosotros y nos ama entrañablemente.
Ojalá, ojalá que en esta Navidad todos en el mundo podamos entender esta verdad inmensa, la del sencillo y sereno amor de Dios. Y que este Amor ilumine todos nuestros rincones, llenándolos de justicia y paz para la humanidad toda.



Apple Music – ©Wayne Jones & Adi Yeshaya
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