Marzo de 1977. Delia Sánchez viene sufriendo insomnios. Una de esas noches, ocho hombres ingresan violentamente en su domicilio y raptan a su hija Claudina, embarazada, y a su yerno, Juan; ambos, estudiantes, que serán desaparecidos. Con el tiempo, logrará saberse que seis meses después nació en cautiverio su bebita, nunca devuelta a la familia.
Algunos años más tarde, los oscuros silencios del terrorismo estatal en la República Argentina se convertirán en gritos, mostrando que las complicidades entretejidas entre 1976 y 1983 fueron, en verdad, imperfectas.
¿Cuánto puede sufrir una persona, una familia, frente a estos hechos? ¿Qué puede significar para una niña su identidad?
Esta es la historia de Mónica, en un país donde se quiso borrar muchas historias.
(fragmento)
(…) Horacio López quedó atónito y sin habla: Mónica Pérez Laín no había vertido una sola lágrima, tanto al relatarle en forma breve y concisa la historia de la denuncia a través de Abuelas de Plaza de Mayo contra el capitán de navío retirado Antonio Pérez Laín, un año atrás (denuncia que a ella le hicieran saber pocos meses antes), cuanto al pronunciarse por el amor a sus padres, esta mamá y este papá que la habían criado durante sus veintitrés años. De hecho, los había cumplido la semana anterior y el muchacho nada especial había notado en ella, salvo que este año no deseó quedarse en casa a recibir ninguna visita, se hizo negar por Regina ante cada llamada y pasaron el día luchando con la difícil específica que ahora se hallaban repasando.
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